A bordo del camión más rápido del mundo

El camión más rápido del mundo pasó por el Jarama. / Redacción Ruta del Transporte

Jueves 28 de septiembre de 2023. Son las 14:00 de uno de esos días soleados que tratan de justificar el cambio climático por su presencia a destiempo.

El mercurio, de no haberse jubilado, se hubiera dilatado hasta los 33º C. Su relevo natural nos muestra el doble dígito en formato digital.

El asfalto del entrañable circuito madrileño del Jarama, hiper-vitaminado tras media docena de horas absorbiendo los rayos del astro rey, está preparado para recibir por enésima vez a los campeones del mundo.

Sí, campeones, porque los récords del Iron Knight no los ha conseguido él solo; a sus mandos siempre ha estado Boije Ovebrink, el conocido y reconocido piloto que fuera un habitual en el Campeonato Europeo de Camiones en la última década del pasado siglo.

Nacido un "40 de mayo" de hace 72 años en Motala, localidad situada a medio camino entre Gotemburgo y Estocolmo, este piloto sueco ha sido el artífice de los récords que ostenta en la actualidad el Iron Knight.

Nos subimos

Aunque estamos ante el camión más rápido del mundo, la subida a su cabina requiere su tiempo. Hay que cumplir con ciertos protocolos, el primero de los cuales consiste en colocarse el correspondiente casco de carreras.

Con nuestra cabeza ya protegida, la rutina automatizada de subir a bordo de un camión pesado, invita a nuestra pierna a comenzar el escorzo habitual para situar el pie en el primer peldaño, pero ¡oh sorpresa!, se frena en su trayectoria cuando descubre que no existe.

Para subir al Iron Knight es necesaria una escalera.

Efectivamente, una de las peculiaridades del Iron Knight es que para conseguir una óptima aerodinámica los escalones de acceso se han suprimido. Hay que recurrir a una escalera exterior para poder introducirse en su cabina.

Ya dentro nos sentamos en un bacquet de competición minado de cinturones de seguridad que como tentáculos nos rodearon, por nuestra propia seguridad, en un abrir y cerrar de ojos. "Otro pulpo" tenía ya atrapado al bueno de Boije.

Le damos el ok a Boije para iniciar la prueba.

Todo a punto para empezar. El caballero de acero (traducción de Iron Knight) espera al ralentí que el rojo del semáforo desaparezca. Entretanto podemos observar la numerosa dotación de "indicadores" que acompañan al cuadro de instrumentos en el que llama especialmente la atención el velocímetro, capaz de indicar velocidades en el entorno de los 300 km/h.

Las ventanillas no son practicables, de modo que la apertura de la puerta es la única opción para ventilar el interior de esta cabina, que cuenta con barras de seguridad en el techo para protección de los tripulantes en caso de vuelco. ¡Semáforo verde! comenzamos.

La aceleración del Iron Knight además de espectacular es atronadora.

La aceleración es espectacular, y desde dentro de la cabina toda una experiencia sonora. Con cuatro turbos soplando a nuestras espaldas con el mismo ahínco que lo hace el infante sobre las velas de anuncian su sexto cumpleaños, el Iron Knight bufa en sus primeros metros para sacar esos 6.000 Nm que lo pongan en órbita.

Es casi el doble de lo que entrega la versión más potente del motor de 16 litros que comercializa la marca con 750 cv. En potencia máxima el Iron Knight marca más diferencias con sus 2.400 cv que supone más que triplicar al buque insignia de la marca pero con el motor de trece litros.

Los dos campeones de Volvo: I-Save en consumo y Iron Knight en velocidad.

Llega la primera curva y el Iron Knight parece ir sobre raíles. La sensación de seguridad que se percibe dentro de la cabina es máxima. Lo cierto es que nuestro protagonista no necesita derrapar en las curvas para mostrar su músculo, que sí que saca con decisión apenas el circuito le da metros de recta por delante.

En curva nos acompañan las inercias de los 4.500 kg del Iron Knight.

Y es precisamente en la (recta) de meta donde la aguja del velocímetro de desplaza con claridad a la derecha del 200 durante varios segundos hasta sobrepasar por un instante la barrera de los 220 km/h para posteriormente acomodar su velocidad al siguiente giro, y vuelta a empezar.