¿Por qué no puedes conducir un camión moderno igual que uno de hace 20 años?
Poder sí puedes, pero empleando la tecnología disponible en la actualidad no sería la decisión más eficiente.
Podríamos considerar 20 años como la longevidad media de la cabina de un camión pesado. Durante esas dos décadas los vehículos experimentan evoluciones muy significativas, que en algunos casos pueden llegar a alcanzar la categoría de nueva generación, aunque una cosa es el desarrollo estructural de una cabina y otra diferente todo lo que en ella se aglutina.
Esos saltos generacionales vienen marcados por cambios de envergadura ya sean en el plano de la seguridad (activa y pasiva), de las emisiones contaminantes, del rendimiento mecánico, de la electrónica o de la conectividad. Y es precisamente esta última la que más ha condicionado en los últimos años la manera de conducir correctamente un camión.
El empleo generalizado de las cajas de cambio con gestión electrónica ya dejó de ser discutido hace años. Los cambios manuales dieron paso a los automatizados (o automáticos en algunos casos) por la rápida respuesta de estos en cualquier circunstancia, pero dejar actuar a su libre albedrío a los controles de velocidad primigenios en el transporte pesado era impensable hace un par de décadas.
El conductor se tenía que hacer cargo de la conducción en todo momento, con las excepciones hechas de aquellos tramos llanos en los que su intervención era claramente prescindible. En la actualidad ocurre casi lo contrario. Los controles de velocidad de crucero de última generación guiados por GPS están en disposición de ofrecer el mismo nivel de conducción que el conductor más profesional, con la ventaja añadida de no acumular cansancio con el paso de las horas.
Ahora, el conductor sólo tendrá que ponerse a los mandos del vehículo para gestionar los imprevistos de la carretera como vehículos averiados, obras, desvíos provisionales, etc. He dicho desvíos provisionales porque los que formen parte de la ruta programada con el propio navegador del camión también podrían ser reconocidos por el cerebro electrónico al mando.
El conductor “moderno” tendrá que saber programar adecuadamente la velocidad de crucero y las tolerancias (inferior y superior) que considere más adecuadas para sus objetivos, así como la velocidad de frenado y el modo de gestión del motor que le convenga (power, estándar y power) para cada situación.
Solo en el supuesto de que el vehículo no dispusiera de esta tecnología le correspondería al conductor ejercer plenamente como tal. En los motores más modernos encontraremos el mejor régimen de giro ligeramente rebajado respecto al que requerían los propulsores de principios de siglo, sin menoscabo del rendimiento mecánico, puesto que está compensado por el incremento de par motor generalizado conseguido en todas las cilindradas.
En definitiva, el buen conductor de “última generación” ya no necesitará ser un experto en detectar los desniveles del terreno, ni conocer el rendimiento del motor a fondo para adaptarlo correctamente a cada situación. El nuevo conductor eficiente será aquel que sepa elegir con acierto entre las distintas opciones electrónicas a su disposición para cada tramo, como la velocidad de crucero y sus tolerancias, la velocidad de frenado y el modo más adecuado de gestión del motor (económico, estándar o power), aunque si además cuenta con los méritos mencionados al principio de este párrafo, se divertirá mucho más conduciendo.
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