La revolución de las baterías “durmientes”
Duplicar la autonomía actual de las baterías podría estar a la vuelta de la esquina gracias a una curiosa solución.
Las baterías de ión de litio son las que con más frecuencia podemos ver en los vehículos eléctricos más modernos. Son las más evolucionadas porque ofrecen un buen equilibrio entre la densidad energética que producen y su vida útil.
Son las artífices de las autonomías que se homologan en la actualidad. Sin embargo, ya existe tecnología para desarrollar acumuladores que permitirían duplicar el kilometraje actual de un vehículo eléctrico sin acudir al enchufe.
Son las baterías de litio-metal con electrolito sólido. Más autonomía, un precio de compra inferior e incluso más seguridad son las ventajas que se le atribuye a esta nueva solución.
¿Dónde está el problema?, ¿y la solución?
El problema es su vida útil. Su degradación acelerada no recomienda aún su empleo en la automoción, pero… hay solución.
Investigaciones llevadas a cabo por la Universidad de Stanford y publicadas en la revista Nature revelan que si se deja reposar durante una hora una batería de litio-metal cuando se encuentra completamente descargada, se puede recuperar la capacidad perdida y mejorar significativamente su rendimiento general.
Este pequeño sesteo permite que el litio “inerte” vuelva a conectarse con el ánodo durante la recarga, de modo que la batería experimenta una especie de regeneración, alargando su vida útil.
No es complicado llevar a cabo esta actuación. Sería algo tan sencillo de implementar como reprogramar el software de gestión de la batería, sin costes adicionales, sin cambios de piezas ni materiales, y además sin afectar al proceso de producción.
Es cierto que esta hora de reposo no tendría un encaje fácil en el transporte pesado de larga distancia, pero en turismos, furgonetas y transporte regional podría suponer un espaldarazo importante para la electromovilidad.
¿Y el futuro del hidrógeno?
Uff. Ya lo he reiterado en más de una ocasión: la pila de combustible y las baterías serán compañeros de viaje hasta que una de las dos tecnologías se desmarque con un salto tecnológico de suficiente calado como para dejar "tocada" a la otra.
Es difícil aún saber qué papel otorgará el futuro a cada una de ellas, pero la segunda comienza a ser una amenaza para la primera.
La constatación de que se estandarice la solución indicada en las baterías mencionadas en este artículo podría suponer un crochet a la mandíbula del hidrógeno que pondría por delante (a los puntos de momento) a las primeras.
Pero si los ánodos de silicio consiguen multiplicar hasta por diez la energía que se puede almacenar en estos acumuladores (como apuntan algunas investigaciones), y el ánodo con base de grafeno es capaz de reducir significativamente el tiempo de recarga (como apuntan otras), igual el hidrógeno cae por ko técnico antes de que la infraestructura que requiere para su viabilidad sea una realidad.
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