¿Será el sodio el verdugo del hidrógeno?
Las tecnologías basadas en la pila de hidrógeno y las baterías están evolucionando "juntas" pero, ¿y si una de ellas despunta?
Parece haber un acuerdo casi unánime en que las tecnologías basadas en el hidrógeno y en las baterías convivirán durante los próximos años en buena armonía como lo han hecho durante décadas el gasóleo y la gasolina, pero un servidor no lo tiene tan claro.
Los principales actores intervinientes en esta metamorfosis energética que estamos experimentando (o sufriendo si se prefiere) tienen claro que el hidrógeno tendrá que ser el combustible para el transporte de larga distancia, y para las baterías será el resto "del pastel".
Sin embargo, como ya he reiterado en varias ocasiones, un salto evolutivo en cualquiera de las dos tecnologías podría "herir gravemente" la estandarización de la otra, especialmente en estos inicios en los que el coste de implementar las infraestructuras correspondientes es tan elevado como corto su paso.
Quizá esté ocurriendo, y no somos conscientes de ello. Según un artículo publicado en el New York Times, el sodio (NA) podría sustituir al litio (LI) en las baterías; ¿y qué? Pues que este metal alcalino es muy abundante en nuestro planeta (está en la sal marina, por citar un ejemplo) y es mucho más barato.
¿Cuánto más barato? Pues la misma fuente indica que el precio del sodio (como parte de la sal) es entre el 1% y el 3% del que tiene el litio, y su composición química es muy similar. La evolución de estas baterías (las de sodio) en los últimos años las ha hecho mejorar en densidad energética y en capacidad para soportar recargas diarias durante años.
Voy a intercalar un dato “negativo” de esta tecnología, antes de continuar con más argumentos en su favor, que los hay. Requieren más volumen para almacenar la misma cantidad de energía que una de litio (en torno al doble). ¡Vaya!, parece que el globo del sodio pierde aire, pero vamos a insuflarle algunas bocanadas, a ver cómo queda al final.
En primer lugar me gustaría señalar que ese “pero” sería una traba para los coches, por su volumen disponible, pero no para el almacenamiento de la electricidad procedente de la red eléctrica, para el que también emplean baterías. Sin problemas de espacio (me refiero a las “eléctricas”), el menor coste de las baterías de sodio y su mejor comportamiento a bajas temperaturas podría invitarlas a abandonar por completo sus acumuladores de litio en un futuro inmediato.
Y ¿por qué no en algunos vehículos? Si ese mejor rendimiento en ausencia de grados (a bajo cero) compensara en parte su menor eficiencia energética quizá podrían competir de tú a tú con las de litio en esos entornos polares. ¿Podría llegar a ocurrir que los vehículos que se comercialicen en esos países con climatología tan adversa pudieran ser mucho más baratos por este motivo?
Seguimos con las ventajas: Las baterías de sodio mantienen casi toda su carga cuando las temperaturas caen muy por debajo del punto de congelación, mientras que las de litio no toleran especialmente el frío (son más de clima tropical).
Otra (ventaja) más: las baterías de sodio de última generación no necesitan materiales como el níquel (procedente principalmente de Indonesia, Rusia y Filipinas), ni cobalto (un mineral que se extrae principalmente en África en condiciones cuando menos “bastante revisables”).
El último argumento (y bastante contundente) en favor del sodio: China ha puesto a trabajar a miles de químicos, ingenieros y trabajadores del sector en torno a esta idea. El resultado es que de las 20 fábricas de sodio previstas (y en construcción) en todo el mundo, 16 están en China, según la consultora Benchmark Minerals.
Esto supone que en un par de años, China tendrá casi el 95% de la capacidad mundial para fabricar baterías de sodio, mientras que Estados Unidos dispone de más del 90% de las reservas mundiales de ceniza de sosa, la principal fuente industrial de sodio. Así está el mundo.
Situaba al inicio al sodio como enemigo del hidrógeno y no del litio, porque sospecho que primero y último sí que podrían convivir en buena armonía. El gigante chino CATL, el mayor fabricante de baterías para coches eléctricos del mundo, afirma estar en condiciones de producir en serie baterías mixtas (con celdas de sodio y de litio), combinando el bajo coste y la resistencia a la intemperie de las celdas de sodio con la mayor autonomía de las celdas de litio.
Además, si las baterías de sodio se popularizan, las de litio deberían reducir también su coste por la menor demanda. Recordemos que el precio del litio se cuadruplicó desde 2017 hasta noviembre de 2023, pero desde entonces ha caído dos tercios.
De momento son solo conjeturas y reflexiones amparadas en la evolución tecnológica permanente en la que estamos inmersos, pero como suelo decir, la legislación será la que marque el futuro de de las unas o de las otras por encima del sentido común (como está ocurriendo con el carbón). El tiempo hablará.
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