La profesión de transportista, una actividad penosa no siempre reconocida ni valorada
Julio Villaescusa Izquierdo, presidente de Fenadismer.
A los transportistas de cierta edad les sorprende ver cómo ha evolucionado la sociedad española y cómo la percepción sobre ellos ha ido cambiando a lo largo de los años, ya que tradicionalmente ha sido considerado un colectivo profesional muy bien valorado y, por tanto, envidiado por gran parte de los profesionales de otros sectores de actividad, por la dureza y penosidad que la profesión de transportista implicaba.
En aquellos tiempos, la mayoría de los conductores profesionales salían de casa el domingo por la tarde y no volvían hasta el siguiente sábado, sin cambiarse de ropa en todo ese tiempo, durmiendo en cabinas que en muchos casos no llevaban literas e incluso sin tapicería en el techo de la cabina, sin calefacción y donde todo era muy complicado y sufrido, pero sin embargo los transportistas repito eran envidiados.
La situación actual ha cambiado tanto que ahora no sólo no son envidiados, sino que al contrario se ha llegado a una falta de consideración mínima, que resulta hiriente para este colectivo que ha dado todo de sí por tener abastecida en todo momento a la sociedad que ahora no los considera como antes se hacía.
Los transportistas actuales se sorprenden de cómo a pesar de haber mejorado sus condiciones de vida en la actualidad, de forma evidente, por las mejoras introducidas en los vehículos y por la normativa reguladora de su actividad, la situación de la profesión ha dado un vuelco tan negativo, que en estos momentos cualquier profesión, por poco considerada y mal remunerada que sea, tiene más atractivo que la profesión de transportista o de “camionero”, como les gusta calificar a los medios de comunicación.
También se muestran sorprendidos los transportistas de cómo se llega a generar un sentimiento de solidaridad, acorde con el tiempo y la sociedad que vivimos, con las personas que en un bloqueo de carretera pasan una noche en el interior de su vehículo, con calefacción y asientos extensibles, y en cambio no se tiene la más mínima consideración con los que pasan todas las noches de su vida laboral en la cabina de su vehículo de transporte.
Se sorprenden también de cómo se enfatiza, con toda justicia, el agradecimiento a los profesionales públicos que cumplen con su trabajo durante toda su vida laboral, y que en algunas ocasiones, como ha ocurrido durante la pandemia o ante las inclemencias meteorológicas, se les obliga a doblar sus turnos de trabajo unas cuantas veces, lo que contrasta con la labor incansable de los transportistas que doblan sus turnos de 24 horas todos los días de todas las semanas, viviendo en una cabina del vehículo en condiciones extremas de frío o de calor, y sin reconocimiento alguno como profesionales esenciales, salvo en brevísimas comunicaciones públicas.
Son reflexiones en la soledad de sus cabinas, distanciados a muchísimos kilómetros de sus familias, amigos, y colegas, lo supone un gran sacrificio a muchos transportistas, cuando además al hacer la cuenta de cuanto cobran por cada hora que están al servicio de su empresa y no están como todos los demás profesionales, con sus familias respectivas, resulta que perciben una miserable cantidad de unos tres euros la hora, incluidas las dietas de manutención.
Pese a ello, sin lugar a dudas se sienten realizados, porque hacen un trabajo difícil que la mayoría de las personas tendría muchas dificultades para realizar, ya que conducir un camión con su mercancía a lo largo de la geografía española o europea es una responsabilidad y un estado de estrés permanente que evidentemente no están dispuestos a soportar muchos profesionales. Si a eso además añadimos que la siniestralidad laboral año tras año es superior al de todos los demás profesionales públicos juntos, ya sean sanitarios, bomberos, militares o fuerzas de seguridad más la agricultura y la minería juntos, hace que aunque se sientan realizados sin embargo no son considerados, ni mucho remunerados, por el trabajo esencial que como profesionales realizan en una sociedad tan pudiente y avanzada, como la actual, que tanto valora con toda justicia el trabajo de otros.