El gran apagón da paso al gran reseteo. No repuestos ni de lejos de la conmoción general provocada el ya inolvidable 28 de abril de 2025 por la ausencia repentina de suministro eléctrico, parece más evidente que nunca parar y reflexionar sobre el camino emprendido en materia de transición energética.
Se nos decía que la dependencia energética del petróleo suponía una cuestión a abordar en un país como España. No digo que no sea así, pero parece, a juzgar por lo ocurrido, que no se trata de la única cuestión a resolver.
Se nos decía también que el diésel estaba muerto. Que se lo digan a los pacientes de los hospitales que mantuvieron la normalidad gracias a este denostado combustible. O a los viajeros de trenes de alta velocidad que fueron remolcados por locomotoras alimentadas por gasóleo.
Se nos decía de forma insistente que la electromovilidad era el remedio futuro a todos nuestros retos en materia de tecnología de propulsión para vehículos, entre ellos camiones y furgonetas. Parece, según lo visto, que conviene no cerrar la puerta a ningún sistema de propulsión, y mucho menos a los que han hecho gala en esta grave crisis de una autonomía de funcionamiento y de repostaje para ofrecer soluciones fiables a problemas no previstos.
No se trata, ni mucho menos, de demonizar ahora la electricidad, una energía más limpia que otras, más sostenible y con unas capacidades insustituibles fuera de toda duda en multitud de sectores. Pero hubo un tiempo en que los teléfonos fijos funcionaban al margen de la electricidad, las radios también, y las calderas, y las cocinas domésticas…
El progreso nos fue echando en brazos de la electricidad en todos los ámbitos de nuestra vida, y se negó una y otra vez que un apagón de estas características pudiera ser siquiera imaginable. Ahora sabemos (o volvemos a recordar) algunas cosas que no sabíamos (o no teníamos interés en saber) este lunes 28 de abril a las 12.32 horas, un instante antes del apagón.
DIRIGISMO FRENTE A DIVERSIDAD
Ahora sabemos que nuestra extraordinaria dependencia del suministro eléctrico nos hace más vulnerables de lo que creíamos. Pero empezamos a resetear y empezamos a recordar que el dinero en metálico es independiente de cualquier energía, y que las antiguas y denostadas pilas son una alternativa de emergencia, y que conviene desempolvar las cocinas portátiles de gas por si vuelve a ocurrir lo que ya sabemos que no es imposible.
Desde el punto de vista de la movilidad, no parece que lo ocurrido sea la mejor carta de presentación para combatir la permanencia de los motores de combustión, ya estén alimentados por combustibles fósiles o por renovables.
En el ámbito del transporte profesional de mercancías, la crisis ha servido para poner de manifiesto una vez más la capacidad de este sector para afrontar todo tipo de vicisitudes.
Y desde el punto de vista de la prestación del servicio al cliente (que en el caso del transporte es al fin y al cabo la sociedad entera), queda claro que la apuesta por la diversidad de tecnologías de propulsión (en la línea del concepto de neutralidad tecnológica) no es un capricho de algunas mentes obtusas incapaces de asumir la innovación sino que responde a la acertada creencia en reducir al mínimo las emergencias vinculadas a una única fuente de energía.